jueves, 6 de marzo de 2008

Ratatouille, comentario


Este es un comentario que hice sobre la película de Ratatouille:

Muchas son las películas de animación en las que alguno de sus protagonistas son ratones o ratas. Desde el célebre Mickey Mouse (1928) de Walt Disney, pasando por los Rescatadores (1977), la señora Brisby en Nimh, el mundo secreto de la señora Brisby (1982), Basil el ratón superdetective (1986), Fievel y el Nuevo mundo (1986) y Los rescatadores en Cangurolandia (1990) entre otros. Pero nunca antes se había hablado de una rata que tuviese un don “exquisito” nunca mejor dicho, Remy es un genio cocinando y luchará por su sueño cueste lo que le cueste.

Ratatouille es una película de Pixar, dirigida por Brad Bird, y cuyo título hace referencia a un plato regional francés; el mismo que en la película tiene un papel decisivo en la vida de Remy.

Adentrándonos en la vida de este personaje tan peculiar, vemos como vive en una colonia de ratas en el campo, junto con su padre y su hermano. Remy se diferencia de sus camaradas porque posee un gran don: un excelente sentido del olfato y del gusto y, gracias a un libro de cocina de un gran chef francés, se ha convertido en un pequeño cocinero que sueña con triunfar en el campo de la alta cocina.

Pero ser una rata no se lo pone precisamente fácil, justamente porque son unos animales muy odiados en la cocina y por mucho que camine sobre sus patas traseras para no ensuciarse las manos con las que come, no va a conseguir entrar en una cocina llena de humanos. Su padre tampoco le es de mucha ayuda, ya que se opone a los sueños “inalcanzables” de su hijo.

Pero un accidente cambió la vida de Remy, llevándolo a París. Su sueño había comenzado. Se nos presenta una historia protagonizada por un animal odiado por muchos, y frecuentemente querido por otros, como los niños. Este singular héroe, tiene algo que hace que nos identifiquemos con el en el mismo momento en el que decide enfrentarse a la situación en la que se encuentra. Separado de su familia y con la única compañía de una especie de fantasmilla con la apariencia del chef Gusteau al estilo de Pepito Grillo, que no es otro que su propia mente, representa lo que el siente, lo que en realidad desea hacer y pensar. Armado del valor que le dan sus propias metas y sus propios deseos, y a pesar que conocía la desaprobación de su padre, se dirige a cumplir su sueño, por encima de todas las cosas.

Es un fiel reflejo de la realidad donde muchas veces la familia está en contra de lo que uno mismo desea, y prefieren que se haga lo que ellos durante toda su vida han hecho, seguir una rutina, y no intentar cumplir sus metas, sus sueños. Esta lucha es una lucha interna donde se debaten los deseos, y la lealtad hacia uno mismo, con aquello que nos ata a nuestras raíces, y que nos impide avanzar.

La amistad es un valor muy importante, y en esta película alcanza un alto nivel. Nos referimos a la amistad que se forja por accidente entre Linguini y Remy. Linguini se sorprende mucho al entenderse con Remy, y el hecho de que sea una rata no le impide hacer buenas migas con el “minichef”, como él llama a Remy. Cada uno es un gran apoyo para el otro: Linguini pone el cuerpo, y Remy pone el don. Ambos, perfectamente compenetrados, trabajan duro para cumplir su sueño, que de otra manera, no podrían cumplir sin unir fuerzas. Colaborando juntos, hacen frente a todos los retos que les propone el chef Skinner, el cual por su parte, al final de la historia ve truncado su sueño de heredar la fortuna del chef Gusteaus.

Al principio, el espectador puede no estar muy seguro de aprobar el sueño de Remy, al fin y al cabo, ¿qué pinta una rata en una cocina de un gran restaurante?.

Pero todo cambia cuando Remy, en su ajetreada huida por toda la cocina del restaurante Gusteaus, repara en una olla de sopa donde Linguini, el lavaplatos, está intentando arreglar sin ningún éxito. Movido por sus instintos, Remy comienza a echar ingredientes a la sopa. Sabiendo lo que hace y guiándose por su olfato, consigue crear una sopa deliciosa, que es atribuida al lavaplatos. Una sopa que todos los clientes del restaurante quieren probar, y hasta el propio espectador desea probar esa sopa tan maravillosa. Se crea un nexo de unión entre la historia y el espectador, entre el espectador y Remy.

Ahí es donde el espectador se sumerge por completo en la historia, simpatiza con Remy y desde dentro de sus pensamientos, lo apoya, y desea ser como él, tener su valor, su perseverancia. Se ve reflejado en Remy y en sus ansias por demostrar lo que sabe hacer, aquello que forma parte de su ser, de sus sueños.

Un punto decisivo en la película y que no hay que dejar pasar es la escena donde, después del reencuentro de Remy con su familia, su padre, lo lleva a conocer “la cruda realidad”: los humanos con los que simpatiza en realidad son sus mayores enemigos.

En esta parte, le muestra un escaparate de una tienda donde venden todo tipo de trampas para ratas y ratones, así como venenos. El espectador puede observar varios cuerpos de rata inertes colgando del escaparate enganchados a diversas trampas de ratas, para mostrar sus eficacia. Esta escena, un tanto macabra, junto con una atmósfera nocturna, lluviosa y oscura, con repetidos relámpagos, nos hace darnos cuenta que la realidad está ahí, que no todo es bonito, y esto es lo que le ocurre a Remy.

Pero lejos de desanimarse y darse por vencido, este encuentro con la realidad le produce una reacción que muchos espectadores esperaba: Remy tiene fuerzas renovadas para enfrentarse a sus problemas e intentar alcanzar su mayor sueño. Su padre, sorprendido creyendo que después de haberle mostrado esa escena, volvería con él, ve como su hijo camina decidido en dirección contraria a la que había previsto, y es aquí donde le pregunta: “¿A dónde vas?, a lo que nuestro héroe contesta: “Con suerte, hacia delante”.

Remy ha superado uno de sus problemas: la lucha entre sus sueños y los que su padre quería para él. No acepta el futuro “típico” de una rata, el que se supone, le dicta la naturaleza, que no cambia. Él aspira a más, aspira a realizarse y ser lo que quiere. Tiene la firme creencia en que “el cambio lo dará la naturaleza, y para ello tenemos que ayudarla. El cambio está en nosotros”. Y gracias a estas palabras, que le infunden valor tanto a él como al espectador para seguir creyendo en Remy y más allá, seguir creyendo que cualquier persona puede conseguir lo que desee con valentía y esfuerzo; Remy continua hacia delante.

Aquí apreciamos un paralelismo de ideas: cualquier persona seguirá hacia delante y llegará a sus metas con trabajo y valor, se corresponde con la famosa frase del chef Gusteau: “Cualquiera puede cocinar”, y que tanto ha influido en Remy. El espectador llega a un punto en el que cree sin ninguna duda que Remy puede convertirse en un gran chef, y de hecho lo consigue con la ayuda de Linguini.

Todo héroe tiene su enemigo o antagonista, y en este caso, nuestro héroe Remy tiene un enemigo más poderoso que las personas o que el chef Skinner. Se trata de Anton Ego, el gran crítico gastronómico de París, de aire sombrío, que con sus críticas consiguió quitarle una estrella al restaurante de Gusteaus. Temido por todos los restaurantes, Anton Ego puede con una de sus críticas llegar a cerrar un restaurante o llevarlo a la fama. Un dato curioso es que la oficina del señor Ego, en un plano desde arriba, podemos ver que tiene nada más y nada menos que forma de ataúd, lo que refuerza su papel de “villano” tan temido y siniestro.

Llega un momento en la historia, cuando Linguini llega a la fama gracias al don de Remy, donde Anton Ego aparece retándolos a visitar una noche su restaurante. Linguini no sabe que plato ofrecerle, ya que todos le parecen demasiado simples o poco apropiados, pero Remy aporta la idea salvadora: ofrecerle de cenar a el señor Ego un plato de ratatouille, el plato que pone título a la película. Esta idea les parece una idiotez, pero confían en Remy, y deciden servírselo al crítico.

Su primera impresión, como la de los espectadores, es bastante negativa: la ratatouille, un plato campestre francés, no es digno de un gran crítico, y no será suficiente para contentar a su paladar. Pero ante su asombro, este plato se convierte en un interruptor para sus recuerdos más tiernos de la infancia. El señor Ego, se ve transportado a una época donde no tenia preocupaciones, y donde su madre le preparaba con mucho cariño, un plato de ratatouille para comer. El simple sabor del plato le desencadena todos estos estímulos y visiones, que hacen que de repente, desaparezca su mal carácter, y acaba el plato con ansia, reclamando al chef que lo ha cocinado.

Después de esto, podemos observar el gran paralelismo que envuelve a la película, y que a la vez une el título con el contenido. Antón Ego no cree al principio que un plato campestre como la ratatouille vaya a ser suficiente para contentarlo, no es un plato digno de un crítico; como no era digno al principio de convertirse en chef una rata de campo. Nadie pone esperanzas en un simple campesino, y este es el error que el ser humano comete la mayoría de veces, dejarse llevar por las apariencias, cuando lo importante es lo que cada uno llevemos dentro. Es por ello que el espectador al principio de la película, al igual que el critico ante el plato de ratatouille, se muestran incrédulos y el espectador no confía en que Remy se convierta en un cocinero, porque es una pequeña rata de campo, nadie creía en él. Pero lo bueno va por dentro, y al igual que el simple plato de ratatouille esconde un sabor maravilloso, Remy posee un don y una personalidad tenaz y agradable, esto es lo que cuenta, y por ello, triunfa.

Y aquí llegamos al final de la película, donde Anton Ego reconoce que una simple rata ha sido capaz de derrotarlo, donde el espectador, con una sonrisa en el rostro, puede observar como los esfuerzos de Remy dan sus frutos, y como al final consigue hasta su propio restaurante. Es el final donde los sueños se han hecho realidad, donde la película ha “inyectado” al espectador un poco de esperanza y confianza en si mismos, les ha demostrado que cualquiera puede conseguir sus metas, cualquiera puede cocinar.

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