jueves, 25 de julio de 2013

When she was just a girl

Había una vez una niña, que esperaba mucho del mundo, creía en el mundo, pero todo le quedaba grande. Todo menos sus sueños. Descubrió que ella podía manejarlos, podía hacer lo que desease, podía imaginar el paraíso en ellos. Así que soñaba, huía del mundo en su ilusión, en su paraíso. En su paraíso donde las balas  no la alcanzan, donde se aleja del mundo, donde las lágrimas no existen, donde el mundo es su paraíso. Y cada noche, junto con  la puesta de sol, ella esperaba paciente, para poder volar hacia el paraíso. Donde el mundo no es mundo, y ella puede volar.

sábado, 13 de julio de 2013

Las dos princesas

Existieron dos princesas hace un tiempo, dos princesas que eran hermanas, vivían juntas, comían juntas, dormían juntas. La historia de como llegaron a conocerse es muy extensa, y lo que conocemos de esta historia es lo que sucedió cuando dejaron atrás su infancia y se encaminaron a hacer algo que les gustaba y las hacía felices. A ellas les gustaba hacer coronas de flores, coronas de flores de la buena suerte las llamaban. De todo tipo y colores, trenzaban con sumo cuidado las flores hasta crear una corona que podía adornar cualquier lugar. Pero ellas solo hacían estas coronas para aquellas personas que así sentían que debían tener una, y se la regalaban.



Cada una tenía su propio estilo a la hora de hacer los adornos. Aria usaba colores cálidos, alegres, generosa con las flores... mientras que Nissa usaba colores fríos, modestos pero con un orden escrupuloso y estético. Ambas regalaban coronas de flores a sus amigos, y les daba suerte. La que más coronas hacía era Aria, ilusionada e inspirada por la alegría que la rodeaba, cada día hacía una corona más y más bonita. Las regalaba a sus amigos, mientras que Nissa, era feliz por ver a su hermana hacer lo que más le gustaba y la dejaba hacer, sabiendo que eso no la dañaría. Un día, Aria creó una corona brillante, llena de color y fuerza. Tan impresionada quedó Nissa que le preguntó a quién se la iba a regalar, pues era una corona bien especial, mágica, llena de las buenas intenciones de Aria. Aria había hecho esa corona pensando en alguien a quien le gustaría regalársela, un espíritu del fuego que la visitaba a menudo y le contaba historias extraordinarias que cada día la encantaban más y más. Nissa, con su reticencia a confiar en nadie, advirtió a Aria que podía quemarse si se acercaba al espíritu del fuego y sin embargo, vio a Aria tan animada, haciendo cada día más y más coronas para el espíritu de fuego que decidió que era hora de dejarla hacer el camino que la hiciera feliz, al fin y al cabo ellas solo eran hermanas. Y se separaron, Nissa hizo su vida relajada y solitaria mientras que Aria junto con el espíritu del fuego eran inagotables, y las coronas de flores eran cada día más espectaculares y llenas de magia. Pero un día, Aria apareció en la puerta del aposento de Nissa, Aria estaba apagada, como si se le hubiera acabado la magia que la caracterizaba, con sus manos quemadas y lágrimas en los ojos le explicó a Nissa que  el espíritu del fuego había quemado todas sus coronas de flores, y ya no quedaba nada, se había marchado a un lugar lejano dejando a Aria intentando salvar las pocas flores que quedaban, quemando sus manos y destrozándola por dentro. Apagado el fuego solo quedó desolación y apenas unos pedazos de lo que era el increíble trabajo de Aria. Nissa estaba dolida. Ella sabía que eso podía pasar y no hizo nada para impedirlo, anulada por la alegría de Aria, había decidido alejarse en su egoísta actitud y hacer su vida sin darse cuenta que estaba perdiendo a su propia hermana. Además, nadie se percataba de Nissa, nadie preguntaba por ella, siempre había estado más oculta, dejando hacer a su hermana. Nadie percibía su existencia, pero le daba igual mientras tuviera a su hermana.
Ella ayudaba a Aria cada día a sanarse las manos, y la animaba a hacer más coronas de flores pues era lo que le gustaba. Ya no eran iguales, no irradiaban esa fuerza del inicio, y Aria ya no deseaba regalarse las a nadie. Nissa, incapaz de poder resolver nada, partió en busca de alguna solución, pues antaño ya había empleado métodos más duros para sacar a Aria de un problema, pero no quería volverlos a emplear, no eran buenos para ninguna de las dos.
Mientras Nissa estaba ausente, Aria seguía en su taller de flores, realizando cada día lo que ella creía que era una vuelta a sus mejores trabajos, más rápido de lo que creía, sospechosamente más rápido. Además por el taller aparecían muchos visitantes, añorando su trabajo y deseando que volviera a regalarles alguna de las coronas de flores que hacía con tanto cariño, pues eran muy especiales y traían buena suerte a aquellos que las poseían. Hacía tiempo que otro espíritu, el espíritu del viento, seguía su trabajo, y decidió viajar a visitar a Aria, para pedirle una muestra de su magia. Aria, sorprendida de que alguien se interesase por su trabajo tan poco elaborado en esos momentos y nada alegre, le hacía preguntas a diario al espíritu del viento, preguntándole por que le interesaba su trabajo. Él respondía que amaba sus coronas de flores, eran como una luz en su horizonte. Tanto alegraron a Aria estas palabras que creyó que había encontrado a quien poderle regalar las coronas, alguien que apreciaba lo que ella tenía para ofrecer. Y así, le regaló una corona al espíritu del viento, que contento con esto, pedía cada día una corona más.


Cuando Nissa regresó del viaje, con la respuesta a sus preguntas y la solución para sanar a su hermana, encontró que esta había vuelto a regalar aquellas coronas tan especiales, y que tanto representaban para ambas. Advirtió a Aria que, el viento así como puede ser bueno, tiene una fuerza mortal que no podría soportar en su estado, pero Aria no era consciente de estas palabras y continuó regalando coronas al espíritu del viento. Nissa se prometió seguir de cerca los pasos de su hermana. Casi la había perdido una vez, y no iba a permitir que pasase de nuevo.
Pasaban los días y Nissa notaba que a Aria cada día le costaba más realizar las coronas de flores. No combinaba los colores como antes, e incluso comenzó a usar aquellas flores que solo Nissa utilizaba. Aria estaba perdiendo de nuevo la poca magia que le quedaba, sus coronas ya no transmitían aquella fuerza de antes, el espíritu del viento impaciente la visitaba a menudo y se entristecía porque Aria ya no podía hacer las coronas de flores tan bellas que hacia antes. Se estaba muriendo, y Nissa moría con ella, pues Nissa siempre ha necesitado de la luz de Aria.

Nissa, observó esto y decidió que debía hacer algo al respecto, no podía permitir que su hermana sufriera de nuevo, pues las quemaduras estaban volviendo a aflorar. Con una determinación férrea a poder salvar a su hermana, Nissa cerró el taller de coronas de flores y eliminó todo rastro de estas. Nadie más tendría coronas de flores de Aria por un tiempo, no por ahora. Ahora el taller sería cargo de Nissa. Ella mandaba ahora, y mataría por cuidar a su hermana, ella decidiría como hacer esas coronas, cuando y en que cantidad. Habló con el espíritu del viento, y le explicó que su hermana debía irse lejos, muy lejos, pues no tenía energías para poder vivir durante mucho más tiempo ni para poder ofrecer siquiera un pedazo de su magia al mundo. Aria se estaba agotando. Y ahora sería Nissa quien se encargase de las coronas, las cuales mantendría ocultas durante un tiempo.

Llevó a Aria a un lugar lejano, lejos de toda influencia, tranquilo y le dijo estas palabras: "Aria, es hora que duermas, debes descansar, debes sentir la paz de la naturaleza, debes dejar de querer hacer las cosas tu sola, debemos estar siempre juntas, tú y yo, somos una, yo soy tu soporte, tu hermana,  la que cuidará de que tu energía no se apague, y puedas volver a ser la que lleve la suerte a los demás"
Y así, Aria entró en un letargo, en un sueño sin sueños donde descansa, mientras Nissa se encargaría de que jamás se separasen, si algo tenían que hacer, lo harían juntas. Pues había comprendido que una no puede vivir sin la ayuda de la otra, que una no es fuerte sin la otra, son necesarias la una para la otra, para vivir, para reír y llorar, para ser felices.
Decidido así, Nissa comenzó a preparar la vuelta de Aria para cuando despertase, pondría en orden el taller, medio calcinado medio arrasado. Y comenzó a pensar nuevos modelos de coronas, que ambas harían juntas cuando Aria volviese. Y juntas depositarían sus mejores deseos en ellas. Pero mientras tanto, Nissa protegería a Aria, de cualquier incidente o contratiempo que surgiera. Nissa cuidaría del corazón de Aria, cuidaría de su alma como solo ella sabe hacerlo, y sabe que Aria hará lo mismo por ella, sin dejar que se pierda en una oscuridad, pues Aria ilumina todo lo que toca.

Pocos saben sobre la existencia de  estas princesas, y pocos sabían siquiera que eran hermanas, y muchos menos las comprendían a la par y aceptaban su existencia. Pero de ello se encargarán ellas, de presentarse al mundo como lo que son, una sola princesa.


miércoles, 10 de julio de 2013

Pellizco

A veces, una se despierta por la mañana, con una pereza monumental, se incorpora, hace demasiada calor, no escucha ruido alguno, y de repente, está durmiendo, y se despierta, se incorpora, hace demasiada calor, y está durmiendo. Era un sueño. Ahora si, se despierta, se incorpora más despacio, ya no quiere seguir durmiendo, ya se ha pasado dos horas soñando que se despertaba, y no lo hacía, pero espera...



 ¿está durmiendo?, se pellizca, le cuesta sentirlo, se pellizca más fuerte, duele.. ok, está despierta. Va a lavarse la cara, está tibia, que asco. Se mira al espejo, nada inusual, tal vez debería comer más, o tomar el sol, o maquillarse, o cambiarse de peinado, o... que más da, no importa, que asco. Toca "desayunar" rápido... hay que salir. La luz la ciega, siente que ha olvidado algo, lo lleva todo, llaves, teléfono, gafas, siempre las gafas, tarjeta de transporte, ropa interior, botas, mp3, pantalón abrochado, importante, es raro, siempre es raro, se siente desorientada, y se pellizca mientras baja las escaleras, pero no es suficiente, mientras camina, se abofetea. Sí, se abofetea ella sola, siente dolor, eso está bien. Se ha convertido una costumbre, hace años que la tomó, como 3 años atrás. Desde esos sueños descorazonadores, esos donde sueña con personas que ya no están, como si vivieran aún, esos donde aparecen personas idealizadas, que no existen. Donde vive algo que no tiene, y sueña que está bien, que es feliz, y se lo cree, y se lo cree tanto que despierta. Y se abofetea y se da cuenta que la vida real, es donde todo duele. Pero en cierta manera, necesita sentirlo, eso significa que está viva... ¿no?, el dolor. El de dentro, el de fuera. El dolor es importante, necesario... Porque después de ese dolor, de ese pellizco, de esa bofetada, comienza el día. Un día que ella decidirá si es bueno o malo, porque la verdad, ella puede decidir eso. Ella decidirá si caminará con la música, o dejará que los sonidos apagados la acompañen, decidirá si saludará al conductor del autobús y le dedicará una sonrisa, o si simplemente, como la mayoría de humanos, se limita a mirar al suelo, añadiendo esa pequeña cantidad de desesperanza al conductor, uno más que no saluda, bien... Sonreirá al perrito que ladra a la niña mientras juega, sonreirá al bebe que ríe mientras mira a su abuela que hace el imbécil, pero cuanto nos gustaba eso... cuanto nos gusta... Porque si ella no pone una sonrisa en el día, los demás no lo van a hacer... Y todo se llenará de dolor de nuevo, y todo va a ser gris, y sin color, y sin sonidos, y sin sonrisas, y con dolor, y con pellizcos y bofetadas. Nadie se da cuenta, porque no les importa el resto. No se dan cuenta, que un gesto, de una persona, cambiará el día de muchas personas, lo más importante, de uno mismo. Un pellizco nos hará dudar, una bofetada nos hará darnos cuenta que estamos vivos, una sonrisa nos enseñará que tenemos por lo que vivir...
Ella se despierta, esta vez de verdad, y decide que será un buen día, y sonríe, mientras camina escuchando la música que la acompaña, y escuchando a las personas que la rodean, mientras, camina, observa y sonríe.